Arquitectos
No vamos a escribir
repitiendo lo que ya se ha dicho en numerosos artículos, blogs y cartas, en
relación al premio recientemente otorgado en la Bienal de Venecia al Caracas
Urban Think Tank. Ni siquiera llamaremos polémico el trabajo presentado, pues
sería como otorgar seriedad y nivel a una mirada superficial, simplista y
sensacionalista. Ese premio es un mal chiste.
Y si bien es cierto que
mientras más se escriba sobre el asunto, sus protagonistas se froten las manos
excitados por tanta popularidad momentánea, confiamos en que la cantidad de
voces que ahora les señalan acaben por dejarlos en evidencia (internacional,
como tanto les gusta). Se defenderán diciendo que han activado el debate. Pero
queremos poner en ese mismo debate, lo que muchos no acaban de decir.
Ante los ojos de todos
y de manera constante este grupo viene “choreando” el trabajo serio de otros
para empaquetarlo como propio, “invadiendo” espacios e ideas conseguidos con
esmero para instalarse violentamente, atropellando gente talentosa y noble,
tomando atajos para no tener que hacer el trabajo verdadero y vendiendo humo.
Una fórmula malvada mediante la cual han conseguido hábilmente un lugar en la
escena global, que lamentablemente compra humo, bien por maldad equivalente o
estupidez galopante.
Resumiremos brevemente
una historia propia que no cabe en tan pocas líneas y nos desgasta personalmente;
en defensa de muchos que igualmente se han visto afectados y con el simple
propósito de arrojar luces sobre lo que hay tras bambalinas. Hacer justicia.
En el año 2001 se
reconocía en la X Bienal de Arquitectura de Caracas el proyecto de la Casa
Comunal de La Vega como Obra Arquitectónica Cultural-Social, tras unos años en
los que trabajamos junto a Federico Villanueva, Josefina Baldó y el fantástico
grupo de AmHabitat. Nos habíamos iniciado como “barriólogos”. No trabajamos
para recibir premios y estábamos encantados con el singular resultado de un
trabajo bien hecho tras mucho esfuerzo y junto a la propia comunidad organizada
como cliente. Amigos y colegas nos apoyaron. Ese edificio dejó su impronta como
tipología y como actitud frente a problemas similares, partiendo de una
observación atenta a lo que sucedía en edificaciones improvisadas o informales
para uso colectivo (en Petare o La Florida por ejemplo) que multiplicaban en
altura el poco espacio disponible; de las cuales aprendimos.
En esa etapa se
definieron y exploraron soluciones arquitectónicas novedosas, aprovechando el
conocimiento de los más experimentados “barriólogos”. Proyectos de conectores
peatonales, viviendas en pendiente o edificios integrados a las futuras calles
cuyo espíritu era el de convertirse en “sistemas” apropiados y adaptables a
cualquier intervención urbana de la llamada “habilitación física de barrios”.
Quedaba además la esperanza de que esos “sistemas” pudieran replicarse y optimizarse,
incluso a manos de otros. Se trataba de compartir soluciones con otros para
enfrentar problemas tan complejos. Trabajo verdadero y difícil al servicio de
una noble causa. Arquitectos, ingenieros, trabajadores sociales, economistas o
técnicos sumados a en ese esfuerzo.
Pasada la época de
efervescencia del CONAVI aquellos proyectos quedaron a medio camino. Las
fundaciones y estructuras de unas viviendas que construíamos en el Sector El
Petróleo de La Vega lo atestiguan; acabaron siendo invadidas ante su
indefensión institucional. La paradoja de la decisión política que permite el
abandono y la destrucción de aquello que va por buen camino. Unos 150 proyectos
en medio de aquella enorme explosión de concursos a escala nacional quedaron
congelados. Para los que representamos el esfuerzo primero, significó sobre
todo la imposibilidad de comprobar en al menos “un caso completo” la validez de
lo proyectado con esmero. Al menos “una” comunidad, “un” barrio, que
recompuesto animara en forma viral a mas comunidades a organizarse y apostar
por un cambio similar. Pasada ya más de una década de aquella tarea no
consumada, solo pensamos en lo que ya hubiera podido haberse hecho una vez
definido el camino, con tanta gente capaz, en tanto tiempo y con el dinero que
mana de nuestro suelo. Buena parte de esos proyectos, por una invitación del
curador Gerardo Mosquera a Carolina Tinoco (por quién conocimos AmHabitat) se
presentaron en la exposición Ciudad Experimental auspiciada por el CONAVI, en la Séptima Bienal de La Habana del año
2000. Desmantelado el CONAVI aquella exposición acabó sin mostrase en Venezuela
ni en mas lugares fuera del país. Justo en un momento en el que incluso
afloraban en Latinoamérica experiencias análogas, que ahora han tomado la
delantera.
Por otra parte Hubert
Klumpner, apenas llegado a Venezuela, cercano a amigos arquitectos e interesado
en el trabajo que veníamos desarrollando en barrios marginales, nos propone
hacer un proyecto conjunto para la Alcaldía de Chacao. En medio del natural
interés por la Casa Comunal como modelo, acabamos ganando el encargo de hacer
una operación de similares características: el Gimnasio Vertical Chacao en el
Barrio La Cruz. Una cancha que es ocupada por un edificio para uso colectivo,
desarrollando usos en distintos niveles y coronado por una cancha como
cubierta. El Caracas Think Tank nunca tuvo que ver en el proyecto. Mucho menos
Alfredo Brillembourg.
Entre los políticamente
movidos años 2001 y 2002, los curadores Ruth Auerbach y William Niño ponían en
el tapete nuevamente a Caracas a través de dos singulares exposiciones:
Utópolis en la GAN y Caracas Contingencia: Laboratorio de Ciudad, en la Sala Mendoza.
En la segunda, junto a una selección de arquitectos emergentes, ocupamos las
paredes con nuestros proyectos principales desarrollados para Amhabitat, el
CONAVI o el INAVI; incluida la Casa Comunal de La Vega. También el Gimnasio
Vertical Chacao, todavía inacabado y único realizado por nosotros con la
colaboración de Klumpner.
El propio Think Tank
hacía su debut en un espacio aparte y a diferencia del resto de participantes,
no presentaba un proyecto urbano o arquitectónico real y concreto. Aprovechaban
la ocasión. Invitados en último momento, llegaron a sugerir que se cambiara el
título de la exposición a “Caracas Think Tank”. Todavía pueden escucharse las
risas de William y Ruth, por sobre los demás que estábamos riendo igualmente
perplejos. Hoy se demuestra que no se trataba de una simple provocación, era
ejemplo de una estrategia, de su preocupación por “estar” (que no es lo mismo
que “ser”).
Un proyecto en Petare
corría con mejor suerte que los del CONAVI, pues se gestionaba desde Fundacomún
y tenía apoyo del Banco Mundial, representado en una visita a Caracas por Ephim
Shluger. Defendiendo ese proyecto ante Fundacomun Carolina Tinoco invita a
Shluger a La Vega, para en una visita relámpago, demostrar que aquellos
proyectos suspendidos tenían sustancia y debían ser rescatados. Años después
nos enteramos que Klumpner, trabajando en nuestra oficina y viendo que nos
resulta imposible asistir, se apersona en el lugar y logra captar la atención
de Shluger, hablando en alemán para conseguir empatía y privacidad. Suponemos
ahora que le bastaba usarnos como aval para fines propios, excluyendo toda
referencia a la historia de ese proyecto y sus responsables (que tampoco la
conocía mucho).
Poco después el Think
Tank lograba financiamiento rondando el medio millón de dólares del
Kulturstiftung des Bundes (Fundación Cultural de Alemania) para un proyecto
llamado Caracas Case: Cultura Urbana Informal. Fondos cuantiosos que se usaron
para hacer un programa invitando a profesionales extranjeros a Caracas durante
seis meses, un simposio internacional en la UCV, una exposición y una
publicación; previamente incluso les permitió cofinanciar la IMPORT/EXPORT:
Latin American Urbanities International Conference en Harvard, donde tenían
buenos contactos que les dejaron montar el asunto aportando algo de dinero.
Sabemos que hay quien consigue “estar” dedicando todos sus recursos para ese
fin.
Contratados por el
Think Tank para formar parte de la dirección del proyecto Caracas Case y viendo
la oportunidad que se presentaba de combinar personas y esfuerzos en relación a
nuestra experiencia como arquitectos, aceptamos además la responsabilidad
específica de llevar a buen puerto lo relativo a las publicaciones y la
exposición final, en la Sala Mendoza. Apenas iniciado el proyecto, se hace
notoria la intención de la dirección del Think Tank por hacer del proyecto un
trampolín y no un aporte a la ciudad. El equipo interno, especialmente
dedicado, se revela constantemente contrariado ante la falta de ética y
profundidad de objetivos e intereses. Especialmente porque rápidamente se
produce una enorme red de relaciones e intercambios con instituciones, grupos y
personas en Venezuela que acaban aportando al proyecto sin recibir apenas algo
a cambio. El Caracas Think Tank aprovecha toda plataforma posible y más allá
del debate, obtiene visibilidad y acumula material para luego etiquetarlo a su
conveniencia.
No pocas veces pensamos
en abandonar el proyecto por la abismal diferencia de enfoque, pero los
compromisos adquiridos con tantos participantes y la esperanza de enderezar
aquello en beneficio del propio trabajo nos mantuvieron dispuestos a seguir.
Hubo entusiasmo por el proyecto y generó mucho ruido, pero el saldo final era
de esperarse. Casi un año de trabajo y resultados apenas visibles editados en
un libro que finalmente necesita de grandes nombres que justifiquen el esfuerzo
y el dinero; pero que está hecho principalmente para vender al Think Tank como
marca. Acabado el proyecto, muchos colaboradores se sienten excluidos o usados.
Hay quién pasa años buscando financiamiento para un buen libro y el Think Tank
tenía el problema contrario, no tenían un buen libro con dinero en mano; lo que
se editó finalmente es una reconstrucción artificial.
Entretanto el éxito del
Gimnasio Vertical Chacao se hace evidente en la comunidad, una vez acabado tras
varias interrupciones en el año 2004; se habla sobre proyectos similares en al
menos cuatro ocasiones documentadas que no se llevaron a cabo finalmente. La
alcaldía propone la cesión de derechos sobre el proyecto –dirigidos al
Arquitecto Matías Pintó en calidad de autor –alegando su intención de
establecerlo como prototipo a instalarse en otras alcaldías y gobernaciones
interesadas. Nunca hubo un acuerdo.
Poco tiempo después de
inaugurado el gimnasio es entregada a la alcaldía una carta en la que
presentamos una ficha técnica con los créditos del equipo de proyecto.
Reconocemos a Klumpner como co-autor; pues siendo extranjero y colaborador
nuestro no guardaba ninguna relación legal sobre el proyecto. Alfredo
Brillembourg visita la obra con Klumpner y queda impresionado. La ruptura con
el Think Tank fue lo siguiente. Nos invitaban a asociarnos y era una trampa
para anexionarse territorios.
Recordamos una de
nuestras últimas discusiones en la que Brillembourg decía que el mundo actual
implicaba sumar esfuerzos y vender una marca, unas ideas, que los autores no
tenían importancia. A lo que nosotros contestamos que lo tenía muy claro, pues
para el Think Tank eso significa sumar esfuerzos, pero de los demás. Ideas de
los demás, bajo una marca que tiene directores, con nombre y apellido. A cambio
te regalan camisetas con el logo. No tenemos nada en contra de quien se
presenta a través de una marca, pero damos importancia a lo que hay detrás, a
las personas e ideas que sustentan esa imagen exterior. Y el mundo actual se
alimenta demasiado de productos y marcas sin contenido; de oportunistas que
muchas veces copian y pegan contenidos interesantes como si fuesen cazadores de
tendencias, pues olfatean que el producto garantizará una venta exitosa.
Más adelante nos
enterábamos que el Caracas Urban Think Tank registra el Gimnasio Vertical como
Trademark buscando una vía para reproducirlo como proyecto propio. Un producto
estrella. Publica constantemente (en Dwell Magazine, Harvard Review y
muchísimas más) versiones del proyecto a ser instaladas en otros sitios usando
imágenes del original y se dedica a promover esa obra construida, como si fuera
el prototipo inicial de una serie de gimnasios de su autoría. El cinismo es tal
que las imágenes que venden cada nueva versión, incluido el de Baruta, se
construyen en muchos casos con fotos del original, sin mayores modificaciones.
Nosotros somos excluidos como autores y en el mejor de los casos aparecemos
como colaboradores. De hecho como si fuésemos arquitectos contratados por
necesidad y motivos contractuales en asociación a uno extranjero. No era el
caso, Hubert Klumpner hubiese podido entonces hacer el proyecto con Alfredo
Brillembourg sin mayor complicación.
Han tenido además el
descaro de denunciarnos ante el tribunal disciplinario del Colegio de
Arquitectos de Venezuela, alegando que publicamos créditos incorrectos sobre el
proyecto. Respondimos con un expediente bastante contundente de pruebas que
justo veníamos acumulando para denunciar su proceder. El CAV finalmente
responde que deben respetarse los créditos referentes al propio contrato y a
nuestro acuerdo de colaboración. Señalando que a pesar de la autoría a tres
manos, la responsabilidad legal del proyecto y la autoridad sobre el mismo
recaen sobre el firmante, arquitecto Matías Pintó. Y esa responsabilidad
significó para nosotros el dirigir y coordinar el proyecto en todas sus etapas,
incluyendo la propia ejecución y supervisión de obra.
Pero eso no ha impedido
que sigan haciendo uso del proyecto. Y de hecho han obstaculizado nuestra
publicación o presentación del proyecto con los créditos reales, que son
distintos a sus intereses. Desde una exposición en el Instituto Valenciano de
Arte Moderno IVAM en la que no pudimos participar hasta la reciente
publicación de un Atlas de Arquitectura de Latinoamerica del BBVA, elaborado
por el propio Fernandez-Galiano y su equipo de Arquitectura Viva, a quienes
fueron capaces de presionar para que cambiase créditos y textos a su antojo.
Es el gimnasio
vertical, apropiado indebidamente (pues no tienen más que mostrar) el que les
lleva a la Bienal de Venecia en el 2006, en la exposición Cities, Architecture
and Society; en una dudosísima operación. En el catálogo aparecen
junto al gimnasio, imágenes de módulos de la Misión Barrio Adentro. Pero es que
además el pabellón venezolano incluye textos y fotos de barriadas caraqueñas
para ilustrar las “Misiones” (pues tampoco tenían nada más que mostrar) en
paneles compartidos con imágenes del Gimnasio Vertical Chacao y uno en proceso
en Baruta.
Invitamos a revisar con
detalle la propia página de la Alcaldía de Chacao donde se referencia el
Gimnasio Vertical y sus créditos. Pero sobre todo a revisar la página del
Caracas Urban Think Tank. Verán que aparece inexplicablemente Brillembourg en
los créditos del Gimnasio Vertical Chacao. Y que todas las versiones
posteriores, básicamente simulaciones digitales excepto un caso en Baruta, son
variantes ambiguas del mismo proyecto en lugares como Jordania, Estados Unidos,
Brasil, Holanda o Venezuela. Alguno incluso, como el proyectado para Sao Paulo,
se parece más a la Casa Comunal de La Vega que al propio Gimnasio Vertical.
Vuelven a Venecia en
2008, 2010 y finalmente en 2012. Más de lo mismo pero han conseguido ya
reconocimientos por el camino, como el 2011 Gold Holcim award for Latin
America. Ver la página web del Caracas Think Tank, basta para intuir que ganar
el León de Oro en la Bienal de Venecia podía estar a su alcance después de
tantas veces. Tenemos poca memoria para estas cosas, pero igual algún nombre de
los jurados o curadores en cada caso “nos suenan”. Basta revisar un poco para
encontrar coincidencias.
Producto de tal acumulación
de “trabajo” han sido publicados hasta la saciedad y han participado en
conferencias y exposiciones diversas; una incluida el mismísimo MoMA de Nueva
York en la que presentaban el proyecto Metrocable (aderezado con imágenes de
gimnasio vertical), que a juzgar por la inexistente habilitación de barrios
parece pensado para una Caracas imaginaria, pues no evidencia comprensión de la
dimensión actual del problema. En cambio es una obra muy visible y claro está,
interesa especialmente a quienes la han llevado a cabo por su alcance
mediático.
El premio no importa
para nada. Ese Léon no es de oro, representa un insulto ante la realidad del
país y un proceder miserable. Será defendido por los organizadores con
argumentos que preferimos no discutir en profundidad, pues forman parte de la
banal y distante mirada, que avala un discurso mediocre. Esa deficiencia solo
beneficia a oportunistas, que muestran hacia el mundo en desarrollo la cara de misionero apoyado por reconocidas instituciones y empresas
del primer mundo. Y hacia Europa o Estados Unidos, la cara de expedicionario
valiente capaz de retratar nuestra exótica realidad.
Es una lástima que el proyecto de
Ángela Bonadies (con quién estudié en la UCV) y Juan José Olavarría, se vea
sepultado por la acción del Caracas Urban Think Tank. El trabajo de los
primeros es serio y meticuloso. Retrata, denuncia, invita. Pero los segundos
son unos “listos” y habrán fácilmente identificado en ese trabajo una nueva
oportunidad. Lo insólito es que de nuevo se aprovechen de un trabajo ajeno que
ya ha sido publicado, es conocido y tiene vida propia. El alcance mediático de
un premio como el de Venecia, deja a Bonadies y Olavarría en una situación
similar a la nuestra. No puede describirse con palabras. Es puro desconcierto e
indignación. Y por supuesto no envidiamos el nuevo
reconocimiento que ha recibido el Think Tank aprovechándose de tantos. Nos
produce simplemente tristeza, pues solo tenemos nuestro trabajo y se hace
difícil contarlo cuando tienes que dar explicaciones.
Y terminamos subrayando lo realmente
grave. Que en Venezuela no se llenen titulares ni se reconozca, el enorme,
intenso y serio trabajo desarrollado por aquellos “barriólogos” originarios,
que fueron capaces de encontrar salidas novedosas a grandes problemas
involucrando a todo el que pudiera aportar algo. Que hicieron aparecer los
barrios marginales por primera vez en los mapas (y pensamientos de todos).
Sabiendo por experiencia que los resultados de tales proyectos deberían
afinarse poco a poco, que no habría atajos y menos aún héroes capaces de
dominarlo todo. Tuvieron la inteligencia de transmitir a jóvenes como nosotros
sus conocimientos acumulados durante décadas, para incluso poner en duda o
recomponer sus propias ideas. Señalaron que no había mejor manera de trabajar
que integrando a buenos profesionales de diversas disciplinas y tratando a las
comunidades como verdaderos clientes.
Defendieron la necesidad de hacer del
supuesto problema, reconocido y descifrado, una oportunidad; desde un enfoque
absolutamente distinto al marcado por la simple y típica construcción masiva de
vivienda pública. Abogaban por una decisión política que se quemó rápidamente.
Apostaban por el camino más difícil y largo, pero muy probablemente una
solución verdadera. Y además en silencio, en la sombra, con integridad y
humildad.
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