jueves, 13 de septiembre de 2012

LEÓN DE chORO

por Matías Pintó D’Lacoste y Mateo Pintó D’Lacoste
Arquitectos  


No vamos a escribir repitiendo lo que ya se ha dicho en numerosos artículos, blogs y cartas, en relación al premio recientemente otorgado en la Bienal de Venecia al Caracas Urban Think Tank. Ni siquiera llamaremos polémico el trabajo presentado, pues sería como otorgar seriedad y nivel a una mirada superficial, simplista y sensacionalista. Ese premio es un mal chiste.

Y si bien es cierto que mientras más se escriba sobre el asunto, sus protagonistas se froten las manos excitados por tanta popularidad momentánea, confiamos en que la cantidad de voces que ahora les señalan acaben por dejarlos en evidencia (internacional, como tanto les gusta). Se defenderán diciendo que han activado el debate. Pero queremos poner en ese mismo debate, lo que muchos no acaban de decir.

Ante los ojos de todos y de manera constante este grupo viene “choreando” el trabajo serio de otros para empaquetarlo como propio, “invadiendo” espacios e ideas conseguidos con esmero para instalarse violentamente, atropellando gente talentosa y noble, tomando atajos para no tener que hacer el trabajo verdadero y vendiendo humo. Una fórmula malvada mediante la cual han conseguido hábilmente un lugar en la escena global, que lamentablemente compra humo, bien por maldad equivalente o estupidez galopante.

Resumiremos brevemente una historia propia que no cabe en tan pocas líneas y nos desgasta personalmente; en defensa de muchos que igualmente se han visto afectados y con el simple propósito de arrojar luces sobre lo que hay tras bambalinas. Hacer justicia.

En el año 2001 se reconocía en la X Bienal de Arquitectura de Caracas el proyecto de la Casa Comunal de La Vega como Obra Arquitectónica Cultural-Social, tras unos años en los que trabajamos junto a Federico Villanueva, Josefina Baldó y el fantástico grupo de AmHabitat. Nos habíamos iniciado como “barriólogos”. No trabajamos para recibir premios y estábamos encantados con el singular resultado de un trabajo bien hecho tras mucho esfuerzo y junto a la propia comunidad organizada como cliente. Amigos y colegas nos apoyaron. Ese edificio dejó su impronta como tipología y como actitud frente a problemas similares, partiendo de una observación atenta a lo que sucedía en edificaciones improvisadas o informales para uso colectivo (en Petare o La Florida por ejemplo) que multiplicaban en altura el poco espacio disponible; de las cuales aprendimos.

En esa etapa se definieron y exploraron soluciones arquitectónicas novedosas, aprovechando el conocimiento de los más experimentados “barriólogos”. Proyectos de conectores peatonales, viviendas en pendiente o edificios integrados a las futuras calles cuyo espíritu era el de convertirse en “sistemas” apropiados y adaptables a cualquier intervención urbana de la llamada “habilitación física de barrios”. Quedaba además la esperanza de que esos “sistemas” pudieran replicarse y optimizarse, incluso a manos de otros. Se trataba de compartir soluciones con otros para enfrentar problemas tan complejos. Trabajo verdadero y difícil al servicio de una noble causa. Arquitectos, ingenieros, trabajadores sociales, economistas o técnicos sumados a en ese esfuerzo.

Pasada la época de efervescencia del CONAVI aquellos proyectos quedaron a medio camino. Las fundaciones y estructuras de unas viviendas que construíamos en el Sector El Petróleo de La Vega lo atestiguan; acabaron siendo invadidas ante su indefensión institucional. La paradoja de la decisión política que permite el abandono y la destrucción de aquello que va por buen camino. Unos 150 proyectos en medio de aquella enorme explosión de concursos a escala nacional quedaron congelados. Para los que representamos el esfuerzo primero, significó sobre todo la imposibilidad de comprobar en al menos “un caso completo” la validez de lo proyectado con esmero. Al menos “una” comunidad, “un” barrio, que recompuesto animara en forma viral a mas comunidades a organizarse y apostar por un cambio similar. Pasada ya más de una década de aquella tarea no consumada, solo pensamos en lo que ya hubiera podido haberse hecho una vez definido el camino, con tanta gente capaz, en tanto tiempo y con el dinero que mana de nuestro suelo. Buena parte de esos proyectos, por una invitación del curador Gerardo Mosquera a Carolina Tinoco (por quién conocimos AmHabitat) se presentaron en la exposición Ciudad Experimental auspiciada por el CONAVI,  en la Séptima Bienal de La Habana del año 2000. Desmantelado el CONAVI aquella exposición acabó sin mostrase en Venezuela ni en mas lugares fuera del país. Justo en un momento en el que incluso afloraban en Latinoamérica experiencias análogas, que ahora han tomado la delantera.

Por otra parte Hubert Klumpner, apenas llegado a Venezuela, cercano a amigos arquitectos e interesado en el trabajo que veníamos desarrollando en barrios marginales, nos propone hacer un proyecto conjunto para la Alcaldía de Chacao. En medio del natural interés por la Casa Comunal como modelo, acabamos ganando el encargo de hacer una operación de similares características: el Gimnasio Vertical Chacao en el Barrio La Cruz. Una cancha que es ocupada por un edificio para uso colectivo, desarrollando usos en distintos niveles y coronado por una cancha como cubierta. El Caracas Think Tank nunca tuvo que ver en el proyecto. Mucho menos Alfredo Brillembourg.

Entre los políticamente movidos años 2001 y 2002, los curadores Ruth Auerbach y William Niño ponían en el tapete nuevamente a Caracas a través de dos singulares exposiciones: Utópolis en la GAN y Caracas Contingencia: Laboratorio de Ciudad, en la Sala Mendoza. En la segunda, junto a una selección de arquitectos emergentes, ocupamos las paredes con nuestros proyectos principales desarrollados para Amhabitat, el CONAVI o el INAVI; incluida la Casa Comunal de La Vega. También el Gimnasio Vertical Chacao, todavía inacabado y único realizado por nosotros con la colaboración de Klumpner.

El propio Think Tank hacía su debut en un espacio aparte y a diferencia del resto de participantes, no presentaba un proyecto urbano o arquitectónico real y concreto. Aprovechaban la ocasión. Invitados en último momento, llegaron a sugerir que se cambiara el título de la exposición a “Caracas Think Tank”. Todavía pueden escucharse las risas de William y Ruth, por sobre los demás que estábamos riendo igualmente perplejos. Hoy se demuestra que no se trataba de una simple provocación, era ejemplo de una estrategia, de su preocupación por “estar” (que no es lo mismo que “ser”).

Un proyecto en Petare corría con mejor suerte que los del CONAVI, pues se gestionaba desde Fundacomún y tenía apoyo del Banco Mundial, representado en una visita a Caracas por Ephim Shluger. Defendiendo ese proyecto ante Fundacomun Carolina Tinoco invita a Shluger a La Vega, para en una visita relámpago, demostrar que aquellos proyectos suspendidos tenían sustancia y debían ser rescatados. Años después nos enteramos que Klumpner, trabajando en nuestra oficina y viendo que nos resulta imposible asistir, se apersona en el lugar y logra captar la atención de Shluger, hablando en alemán para conseguir empatía y privacidad. Suponemos ahora que le bastaba usarnos como aval para fines propios, excluyendo toda referencia a la historia de ese proyecto y sus responsables (que tampoco la conocía mucho).

Poco después el Think Tank lograba financiamiento rondando el medio millón de dólares del Kulturstiftung des Bundes (Fundación Cultural de Alemania) para un proyecto llamado Caracas Case: Cultura Urbana Informal. Fondos cuantiosos que se usaron para hacer un programa invitando a profesionales extranjeros a Caracas durante seis meses, un simposio internacional en la UCV, una exposición y una publicación; previamente incluso les permitió cofinanciar la IMPORT/EXPORT: Latin American Urbanities International Conference en Harvard, donde tenían buenos contactos que les dejaron montar el asunto aportando algo de dinero. Sabemos que hay quien consigue “estar” dedicando todos sus recursos para ese fin.

Contratados por el Think Tank para formar parte de la dirección del proyecto Caracas Case y viendo la oportunidad que se presentaba de combinar personas y esfuerzos en relación a nuestra experiencia como arquitectos, aceptamos además la responsabilidad específica de llevar a buen puerto lo relativo a las publicaciones y la exposición final, en la Sala Mendoza. Apenas iniciado el proyecto, se hace notoria la intención de la dirección del Think Tank por hacer del proyecto un trampolín y no un aporte a la ciudad. El equipo interno, especialmente dedicado, se revela constantemente contrariado ante la falta de ética y profundidad de objetivos e intereses. Especialmente porque rápidamente se produce una enorme red de relaciones e intercambios con instituciones, grupos y personas en Venezuela que acaban aportando al proyecto sin recibir apenas algo a cambio. El Caracas Think Tank aprovecha toda plataforma posible y más allá del debate, obtiene visibilidad y acumula material para luego etiquetarlo a su conveniencia.

No pocas veces pensamos en abandonar el proyecto por la abismal diferencia de enfoque, pero los compromisos adquiridos con tantos participantes y la esperanza de enderezar aquello en beneficio del propio trabajo nos mantuvieron dispuestos a seguir. Hubo entusiasmo por el proyecto y generó mucho ruido, pero el saldo final era de esperarse. Casi un año de trabajo y resultados apenas visibles editados en un libro que finalmente necesita de grandes nombres que justifiquen el esfuerzo y el dinero; pero que está hecho principalmente para vender al Think Tank como marca. Acabado el proyecto, muchos colaboradores se sienten excluidos o usados. Hay quién pasa años buscando financiamiento para un buen libro y el Think Tank tenía el problema contrario, no tenían un buen libro con dinero en mano; lo que se editó finalmente es una reconstrucción artificial.

Entretanto el éxito del Gimnasio Vertical Chacao se hace evidente en la comunidad, una vez acabado tras varias interrupciones en el año 2004; se habla sobre proyectos similares en al menos cuatro ocasiones documentadas que no se llevaron a cabo finalmente. La alcaldía propone la cesión de derechos sobre el proyecto –dirigidos al Arquitecto Matías Pintó en calidad de autor –alegando su intención de establecerlo como prototipo a instalarse en otras alcaldías y gobernaciones interesadas. Nunca hubo un acuerdo.

Poco tiempo después de inaugurado el gimnasio es entregada a la alcaldía una carta en la que presentamos una ficha técnica con los créditos del equipo de proyecto. Reconocemos a Klumpner como co-autor; pues siendo extranjero y colaborador nuestro no guardaba ninguna relación legal sobre el proyecto. Alfredo Brillembourg visita la obra con Klumpner y queda impresionado. La ruptura con el Think Tank fue lo siguiente. Nos invitaban a asociarnos y era una trampa para anexionarse territorios.

Recordamos una de nuestras últimas discusiones en la que Brillembourg decía que el mundo actual implicaba sumar esfuerzos y vender una marca, unas ideas, que los autores no tenían importancia. A lo que nosotros contestamos que lo tenía muy claro, pues para el Think Tank eso significa sumar esfuerzos, pero de los demás. Ideas de los demás, bajo una marca que tiene directores, con nombre y apellido. A cambio te regalan camisetas con el logo. No tenemos nada en contra de quien se presenta a través de una marca, pero damos importancia a lo que hay detrás, a las personas e ideas que sustentan esa imagen exterior. Y el mundo actual se alimenta demasiado de productos y marcas sin contenido; de oportunistas que muchas veces copian y pegan contenidos interesantes como si fuesen cazadores de tendencias, pues olfatean que el producto garantizará una venta exitosa. 

Más adelante nos enterábamos que el Caracas Urban Think Tank registra el Gimnasio Vertical como Trademark buscando una vía para reproducirlo como proyecto propio. Un producto estrella. Publica constantemente (en Dwell Magazine, Harvard Review y muchísimas más) versiones del proyecto a ser instaladas en otros sitios usando imágenes del original y se dedica a promover esa obra construida, como si fuera el prototipo inicial de una serie de gimnasios de su autoría. El cinismo es tal que las imágenes que venden cada nueva versión, incluido el de Baruta, se construyen en muchos casos con fotos del original, sin mayores modificaciones. Nosotros somos excluidos como autores y en el mejor de los casos aparecemos como colaboradores. De hecho como si fuésemos arquitectos contratados por necesidad y motivos contractuales en asociación a uno extranjero. No era el caso, Hubert Klumpner hubiese podido entonces hacer el proyecto con Alfredo Brillembourg sin mayor complicación.

Han tenido además el descaro de denunciarnos ante el tribunal disciplinario del Colegio de Arquitectos de Venezuela, alegando que publicamos créditos incorrectos sobre el proyecto. Respondimos con un expediente bastante contundente de pruebas que justo veníamos acumulando para denunciar su proceder. El CAV finalmente responde que deben respetarse los créditos referentes al propio contrato y a nuestro acuerdo de colaboración. Señalando que a pesar de la autoría a tres manos, la responsabilidad legal del proyecto y la autoridad sobre el mismo recaen sobre el firmante, arquitecto Matías Pintó. Y esa responsabilidad significó para nosotros el dirigir y coordinar el proyecto en todas sus etapas, incluyendo la propia ejecución y supervisión de obra.

Pero eso no ha impedido que sigan haciendo uso del proyecto. Y de hecho han obstaculizado nuestra publicación o presentación del proyecto con los créditos reales, que son distintos a sus intereses. Desde una exposición en el Instituto Valenciano de Arte Moderno IVAM en la que no pudimos participar hasta la reciente publicación de un Atlas de Arquitectura de Latinoamerica del BBVA, elaborado por el propio Fernandez-Galiano y su equipo de Arquitectura Viva, a quienes fueron capaces de presionar para que cambiase créditos y textos a su antojo.

Es el gimnasio vertical, apropiado indebidamente (pues no tienen más que mostrar) el que les lleva a la Bienal de Venecia en el 2006, en la exposición Cities, Architecture and Society; en una dudosísima operación. En el catálogo aparecen junto al gimnasio, imágenes de módulos de la Misión Barrio Adentro. Pero es que además el pabellón venezolano incluye textos y fotos de barriadas caraqueñas para ilustrar las “Misiones” (pues tampoco tenían nada más que mostrar) en paneles compartidos con imágenes del Gimnasio Vertical Chacao y uno en proceso en Baruta.

Invitamos a revisar con detalle la propia página de la Alcaldía de Chacao donde se referencia el Gimnasio Vertical y sus créditos. Pero sobre todo a revisar la página del Caracas Urban Think Tank. Verán que aparece inexplicablemente Brillembourg en los créditos del Gimnasio Vertical Chacao. Y que todas las versiones posteriores, básicamente simulaciones digitales excepto un caso en Baruta, son variantes ambiguas del mismo proyecto en lugares como Jordania, Estados Unidos, Brasil, Holanda o Venezuela. Alguno incluso, como el proyectado para Sao Paulo, se parece más a la Casa Comunal de La Vega que al propio Gimnasio Vertical. 

Vuelven a Venecia en 2008, 2010 y finalmente en 2012. Más de lo mismo pero han conseguido ya reconocimientos por el camino, como el 2011 Gold Holcim award for Latin America. Ver la página web del Caracas Think Tank, basta para intuir que ganar el León de Oro en la Bienal de Venecia podía estar a su alcance después de tantas veces. Tenemos poca memoria para estas cosas, pero igual algún nombre de los jurados o curadores en cada caso “nos suenan”. Basta revisar un poco para encontrar coincidencias.

Producto de tal acumulación de “trabajo” han sido publicados hasta la saciedad y han participado en conferencias y exposiciones diversas; una incluida el mismísimo MoMA de Nueva York en la que presentaban el proyecto Metrocable (aderezado con imágenes de gimnasio vertical), que a juzgar por la inexistente habilitación de barrios parece pensado para una Caracas imaginaria, pues no evidencia comprensión de la dimensión actual del problema. En cambio es una obra muy visible y claro está, interesa especialmente a quienes la han llevado a cabo por su alcance mediático.

El premio no importa para nada. Ese Léon no es de oro, representa un insulto ante la realidad del país y un proceder miserable. Será defendido por los organizadores con argumentos que preferimos no discutir en profundidad, pues forman parte de la banal y distante mirada, que avala un discurso mediocre. Esa deficiencia solo beneficia a oportunistas, que muestran hacia el mundo en desarrollo la cara de misionero apoyado por reconocidas instituciones y empresas del primer mundo. Y hacia Europa o Estados Unidos, la cara de expedicionario valiente capaz de retratar nuestra exótica realidad.

Es una lástima que el proyecto de Ángela Bonadies (con quién estudié en la UCV) y Juan José Olavarría, se vea sepultado por la acción del Caracas Urban Think Tank. El trabajo de los primeros es serio y meticuloso. Retrata, denuncia, invita. Pero los segundos son unos “listos” y habrán fácilmente identificado en ese trabajo una nueva oportunidad. Lo insólito es que de nuevo se aprovechen de un trabajo ajeno que ya ha sido publicado, es conocido y tiene vida propia. El alcance mediático de un premio como el de Venecia, deja a Bonadies y Olavarría en una situación similar a la nuestra. No puede describirse con palabras. Es puro desconcierto e indignación. Y por supuesto no envidiamos el nuevo reconocimiento que ha recibido el Think Tank aprovechándose de tantos. Nos produce simplemente tristeza, pues solo tenemos nuestro trabajo y se hace difícil contarlo cuando tienes que dar explicaciones.

Y terminamos subrayando lo realmente grave. Que en Venezuela no se llenen titulares ni se reconozca, el enorme, intenso y serio trabajo desarrollado por aquellos “barriólogos” originarios, que fueron capaces de encontrar salidas novedosas a grandes problemas involucrando a todo el que pudiera aportar algo. Que hicieron aparecer los barrios marginales por primera vez en los mapas (y pensamientos de todos). Sabiendo por experiencia que los resultados de tales proyectos deberían afinarse poco a poco, que no habría atajos y menos aún héroes capaces de dominarlo todo. Tuvieron la inteligencia de transmitir a jóvenes como nosotros sus conocimientos acumulados durante décadas, para incluso poner en duda o recomponer sus propias ideas. Señalaron que no había mejor manera de trabajar que integrando a buenos profesionales de diversas disciplinas y tratando a las comunidades como verdaderos clientes.

Defendieron la necesidad de hacer del supuesto problema, reconocido y descifrado, una oportunidad; desde un enfoque absolutamente distinto al marcado por la simple y típica construcción masiva de vivienda pública. Abogaban por una decisión política que se quemó rápidamente. Apostaban por el camino más difícil y largo, pero muy probablemente una solución verdadera. Y además en silencio, en la sombra, con integridad y humildad.

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